12 septiembre 2008

Esbozo biográfico de Gustavo Esteva

Esbozo biográfico de Gustavo Esteva escrito por David C. Korten[1] para presentarlo como editor participantes del Foro del Desarrollo Centrado en la Gente que Korten presidía.

Gustavo Esteva trabaja tanto en forma independiente como en el seno de una variedad de organizaciones y comunidades mexicanas. Ha sido una figura clave en la fundación de diversas ONGs y redes mexicanas, latinoamericanas e internacionales, incluyendo Espacios de Innovación Tecnológica (que vincula e impulsa la interacción entre grupos y comunidades) y Autonomía, Descentralismo y Gestión (un agrupamiento de doce ONGs que apoyan a varios centenares de grupos de base). Prefiere llamar “hamacas” a esas organizaciones, más que redes o coaliciones, porque tratan de acomodarse a la forma de las iniciativas de sus miembros, en vez de imponerles requisitos de colaboración.

Aunque no es economista por entrenamiento, Gustavo recibió el Premio Nacional de Economía Política de México por sus contribuciones a la teoría de la inflación, y aunque no es sociólogo fue Presidente del Quinto Congreso Mundial de Sociología Rural. También fue Presidente de la Sociedad Mexicana de Planificación, que incluyó entre sus miembros a dos presidentes de la República y a varios líderes de la oposición, y fue Miembro y Presidente Interino del Consejo del Instituto de Naciones Unidas para la Investigación del Desarrollo Social.

Al principio de su carrera, Gustavo ocupó posiciones importantes tanto en empresas privadas como en el gobierno y parecía destinado a una carrera distinguida en el establecimiento. Sin embargo, llegó a la conclusión de que la solución a los problemas de la gente sólo puede provenir de ella misma y se puso a su servicio.

Gustavo es un conocido escritor, que ha publicado una docena de libros y más de 500 ensayos, en diversos países y lenguas. Edita el suplemento dominical de El Nacional y es columnista en otros periódicos mexicanos. Gustavo tiene especial interés en ampliar la conciencia pública sobre el impacto de las políticas públicas en la vida de los pobres. Trata de hacer accesible a una audiencia más amplia de intelectuales y líderes de opinión los puntos de vista y perspectivas de los pobres con los que está asociado.

Gustavo es una voz activa del segmento “desprofesionalizado” de la comunidad intelectual del sur. Rechaza tanto la terminología como las construcciones del desarrollo en todas sus formas, por considerarlos inherentemente destructivos de los procesos humanos a través de los cuales la gente común se empeña en recrear comunidad como una expresión creativa de su cultura y aspiraciones. Gustavo argumenta que aún las prescripciones del desarrollo “alternativo” conducen inexorablemente a privar a la gente del control de sus propias vidas y desplazan el control a los burócratas, los tecnócratas y los educadores. En vez de suponer que el progreso humano encaja en un molde predeterminado que conduce a la creciente homogeneización de culturas y estilos de vida, prefiere un “pluralismo radical” que honra y nutre la diversidad cultural distintiva y habilita muchos caminos para la realización de aspiraciones autodefinidas.


Gustavo Esteva wouldn't talk about himself in the words of this introduction prepared at the beggining of the 90s, yet in them you can find a loving and respectful description of his activity which he can appreciate. Since then, he has considerably increased the amount published under his name and has increased as well as deepened his activism among communities and organizations. In 1996 he was an adviser of the EZLN (Ejército Zapatista de Liberación Nacional) in their negociations with the government and since then has participated in one way or another in "Zapatismo". Since 1989, he has been living in a small indigenous village in Oaxaca, in the south of Mexico, dedicating a signifacnt part of his time to the Centro de Encuentros y Diálogos Interculturales and the Universidad de la Tierra en Oaxaca, organizations he helped found.

Gustavo Esteva no hablaría de sí mismo en los términos de estas notas preparadas a principios de los años 90, pero en ellas se encuentra una descripción cariñosa y respetuosa de su actividad que él puede apreciar. En estos años ha aumentado considerablemente el número de sus publicaciones y se ha ampliado y profundizado su activismo en comunidades y organizaciones. En 1996 fue asesor del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en sus negociaciones con el gobierno y desde entonces participa de una u otra manera en el zapatismo. Desde 1989 vive en un pequeño pueblo indio en Oaxaca, en el sur de México, y dedica una parte significativa de su actividad al Centro de Encuentros y Diálogos Interculturales y la Universidad de la Tierra en Oaxaca, organizaciones que contribuyó a fundar.


[1] David C. Korten es un conocido escritor y activista internacional. Entre sus obras destacan When Corporation Rule the World y The Postcorporate World: There is Life After Capitalism.


NUESTRO LEGADO / Gustavo Esteva

El lunes por la mañana, en Bremen, Alemania, murió el pensador central de mi generación. No exagero al afirmar que fue uno de los dos o tres pensadores más importantes del siglo XX.

Hasta hace poco tiempo, cuando la altitud le hizo imposible seguirlo haciendo, venía
regularmente al único lugar en el planeta que este peregrino or vocación podía considerar su
casa. Estaba en Ocotepec, Morelos, no muy lejos del lugar en que estableció el Centro Intercultural de Documentación (CIDOC), en donde concibió sus principales ideas al lado de una impresionante constelación de pensadores, que ahí venían a visitarlo o consultarlo. Aunque pocos mexicanos se dieran cuenta de ello, estuvo aquí, entre nosotros, por más tiempo que en cualquier otra parte, a lo largo de casi toda su vida.

No hay biblioteca importante, en el mundo entero, que carezca de sus libros. Pero a menudo están mal clasificados. Se le ubica como el exponente principal de una escuela específica en diversos campos del conocimiento, campos que él hizo explotar, uno tras otro. Lo pretendieron suyo, sucesivamente, diversos gremios profesionales. No cabía en ninguno. Un obituario se antoja imposible. No hay siquiera por dónde empezar.

Hace 30 años sus libros produjeron inmenso escándalo. Sostener, por ejemplo, como hizo en la primera frase de Némesis Médica, que “la medicina institucionalizada ha llegado a ser una grave amenaza para la salud”, se consideró en aquel tiempo una denuncia descabellada. No había hecho
sino interpretar a su manera, con su genio peculiar, información conocida desde entonces que hoy se ha vuelto abrumadora. La frase es casi lugar común.

El escándalo oscureció sus tesis centrales, que pocos se animaron a ver. Su crítica radical de todas las instituciones modernas, mostrando que producen lo contrario de lo que pretenden, fue insoportable para quienes derivaban de ellas dignidad e ingresos. Lo sigue siendo hasta hoy.

Nadie ha podido refutar sus planteamientos, pero habitualmente se les deja de lado por considerarlos excesivos y poco prácticos. Frente a su crítica, se insiste en divulgar la ilusión de que todas esas instituciones pueden ser reformadas, a fin de corregir las deficiencias que él reveló con impresionante claridad. Como advirtió oportunamente, las reformas no hacen sino aumentar lo que llamó la contraproductividad de todas esas instituciones.

En la introducción a Alternativas, Erich Fromm describió ejemplarmente su actitud. “Por radicalismo -escribió- no me refiero principalmente a un cierto conjunto de ideas, sino más bien a una actitud, a una ‘manera de ver’, por así decir... Todo debe ser objeto de duda, particularmente los conceptos ideológicos que son virtualmente compartidos por todos y que como consecuencia han asumido el papel de axiomas indudables de sentido común... Dudar radicalmente...es
comenzar a darnos cuenta que el Emperador está desnudo y su espléndido atuendo no es sino el producto de nuestra fantasía... La importancia de su pensamiento...reside en el hecho de que tiene un efecto liberador sobre la mente, porque muestra posibilidades totalmente nuevas; vitaliza al lector porque abre la puerta que conduce fuera de la cárcel de las ideas hechas rutina, estériles, preconcebidas. A través del impacto creador que comunican, sus escritos pueden ayudar a estimular la energía y la esperanza para un nuevo comienzo”.

Hace un par de meses iniciamos en Oaxaca un seminario permanente basado en sus ideas. Queríamos explorar en qué medida sus escritos articulaban de manera lúcida y creadora lo que actualmente están haciendo millones de descontentos con las instituciones que él sometió a crítica radical.

Nos asombramos, al iniciar el ejercicio, de su capacidad profética. Profeta no es un adivino, alguien con bola de cristal, sino quien percibe con lucidez el presente y observa en él tendencias que anticipan el futuro. Hace 30 años dio por sentadas ciertas evoluciones tecnológicas que hoy son comunes y entonces ni siquiera se habían concebido como posibilidades teóricas.

Del mismo modo que las ideas y prácticas de Gandhi no están tanto en sus seguidores profesionales, como en millones que acaso no conocen su nombre o sólo saben de él por la película, sospechamos que las ideas de este hombre excepcional están hoy encarnadas en millones de personas ordinarias que nunca lo han leído. Alguien, acaso, las compartió con ellas.

Más probablemente, según estamos explorando, supo preveer lo que harían los descontentos cuando se hiciera enteramente evidente el carácter de las instituciones modernas y empezaran, una tras otra, a caer en pedazos.

La amistad, que ocupa un lugar central en su edificio téorico, fue también su práctica más vital. Decía sonriendo que pecaba de polifilia. Rodeado de algunos de sus innumerables amigos, murió el lunes Iván Illich. Abrigo la esperanza de que su cuerpo vendrá de regreso hasta el cementerio de Ocotepec. Aquí, en México, estará siempre cobijado por el espíritu de quienes hoy encarnan su obra.

07 agosto 2008

NUEVO LIBRO DE MIGUEL GRINBERG

(en quioscos y librerías de Buenos Aires)


A partir de la certidumbre de que todo lo que existe está en vías de transformación, esta obra explora nuestro potencial espiritual, psíquico, erótico y evolutivo con énfasis en la necesidad de reinventar el amor. Nos comunica vivencias para existir sin lastres, indagar la consciencia profética, explorar los recursos del Tantra y entregarse a todo lo que hay de sagrado en la existencia personal y universal. Manifiesta que "el amor se amasa como el pan, es una amalgama cuyo resultado final resulta imprevisible. Transforma a quienes aman y transforma también a quienes son testigos de tal cúspide artesanal. Amar y ser amados, esa es nuestra misión en la Tierra. No nacimos para sojuzgar pueblos, ni para acopiar fortunas. Llegamos desnudos y partimos desnudos. La eternidad es un congreso de amantes empedernidos." Este libro es para todos los que anhelan convertir su vida –progresivamente– en una celebración colmada de significado y de gozo infinito.

Acerca del autor: Miguel Grinberg, uno de los más lúcidos y comprometidos exploradores del impulso evolutivo de la especie humana durante el siglo XX, publicó revistas legendarias (como Mutantia), fundó redes ecológicas locales e internacionales, desarrolló el concepto de Multiversidad, creó una dinámica meditativa llamada Holodinamia, y mediante traducciones, ediciones y obra personal concretó alrededor de cuarenta libros donde ha desplegado su sensibilidad poética, visionaria y espiritual. En la actualidad dirige la Colección Biogramas de la editorial Capital Intelectual y realiza programas de rock por Radio Nacional de Buenos Aires.


13 julio 2008

La Educación Permanente: Hacia una Holo-Pedagogía


Por Miguel Grinberg

Cuatro décadas atrás, la UNESCO (Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) promovía el concepto de "educación permanente" en base a una nueva concepción del acto de ser humano, y apuntaba al desarrollo total de la persona, a la par del logro genuino de la libertad y la democracia. Ahora, ya inmersos en los desafíos de un nuevo siglo, se nos presenta la posibilidad de ir más lejos: ayer se trataba de aprender a ser, hoy se trata de aprender a convertirnos en co-creadores del universo futuro.

El contenido, la trascendencia y las implicaciones de la educación permanente se basaban -a finales de la pasada década de los ’60- en una idea surgida del seno de la educación de adultos, más en contacto con la realidad social y económica de la vida cotidiana, que con los esquemas abstractos de las tareas académicas. René Maheu, ex director general de la UNESCO, explicaba que su origen real estaba en medios externos al sistema escolar tradicional y al quehacer universitario estructurado. Velozmente, el concepto pedagógico se amplió. Ya no se trataba apenas de "educar" a una gran cantidad de adultos desprovistos de recursos y oportunidades. Ante una multitud de jóvenes y niños descolocados mental y materialmente por la acelerada evolución de los medios de comunicación masiva y las herramientas electrónicas, surgía la necesidad de convertir al "rito educador" en una preparación para la vida. Aquel funcionario pionero sostenía que "la juventud estudiante acusa progresivamente una sensación de vivir en un mundo irreal o simplemente semi-real, de sueños, de evasión, de timidez y de pudor ante la acción".

En nuestros países, ese desafío transformacional no llegó a decolar visionariamente. Por un lado debido al torbellino retrógrado de gobiernos dictatoriales, y por otro a crisis económicas recurrentes que iban postergando decisiones estructurales en el ámbito educativo oficial. La innovación se atascó y quedó confinada en pequeños reductos donde algunos pedagogos lograban crear espacios de invención y esclarecimiento, tal como ocurrió en Brasil con figuras como Paulo Freire y Lauro de Oliveira Lima, cuyos principios se diseminaron ampliamente no sólo por América Latina sino también por África y Asia.

Entretanto, como consignaba el profesor Maheu, crecía el número de arrinconados, de víctimas totales y parciales de la dura necesidad de una evolución acelerada, no sólo entre adultos de 35 a 45 años (o aún mayores) que no lograban seguir el ritmo del progreso intelectual, sino entre una multitud de adolescentes perdidos en el vértigo de un mundo donde no lograban discernir el lugar que podía corresponderles en sus sociedades, casi siempre deformadas por la frustración colectiva. Hasta que la mutación constante del planeta se aceleró más y más, y llegamos a una circunstancia crucial donde a lo "permanente" se vuelve necesario sumarle lo "proyectivo", la invención de nuevas circunstancias educativas y de nuevas metas evolutivas. Es un tiempo de holo-pedagogía.

La Holo-Pedagogía

El término griego holos significa "entero". Toda pedagogía avanzada considera que el estudiante no es un recipiente para llenar sino una lámpara para encender. De allí que la Holo-Pedagogía se proponga como una dinámica esclarecedora mediante la cual el "aprendizaje" deja de ser domesticación de seres indóciles, para insertarlos en rígidas estructuras pre-existentes. En cambio, se convierte en un ejercicio permanente centrado en la localización y la expansión de los dones naturales de ese microcosmos inédito que es cada niño, y cada adulto que no ha renunciado a su "niño interior". Todo ello, dentro de una realidad social donde la primera certidumbre es que el siglo 20 terminó, irreversiblemente.

No atravesamos una crisis ni una coyuntura. Estamos en el final completo de una época, culminación rotunda de una concepción hiper-materialista del mundo. Ello preanuncia un sendero distinto para la humanidad: será catastrófico si nos quedamos en la posición de espectadores. Será revelador si nos centramos en el diseño del porvenir, a la medida de las verdaderas necesidades evolutivas del ser humano.

Ni las quejas, ni los petitorios con millones de firmas, ni los manifiestos moralizantes, ni la furia vengativa podrán alterar un ápice las ceremonias caníbales que padecemos día a día en las metrópolis del planeta. Los negocios de este mundo no están regidos por la ética y, al mismo tiempo, todo lo que sucede patológicamente es efecto de causas anidadas en el pasado. No habrá un siglo 21 relevador y elevador, si no protagonizamos una profunda transformación holista. ue no consiste en un rito esotérico de gente saciada, sino que equivale a una suprema expansión del espíritu.

Se trata de una triple artesanía pedagógica enfocada en la conciencia, el entorno natural y social, y el universo. La propia naturaleza humana, o "cosmos interno", es un universo particular necesitado de expansión en si mismo y de una proyección ilimitada que convierta la tradicional ecuación dentro-fuera en un contexto simbiótico, donde ser, estar, saber y tener se armonicen permitiendo que el individuo evolucione de modo integrado. Al mismo tiempo, el cosmos "externo" no es algo "allá afuera": está en nosotros como los colores de cualquier paisaje que observemos. La holo-pedagogía se ocupa de la construcción de la existencia sin sacrificar las esencias. Es algo ajeno al ritual consumista de símbolos, bibliografías, posters, menús y proclamas.

Cualquier célula de nuestro cuerpo no se plantea disyuntivas de participación con el resto del organismo: es cabalmente un segmento de un contexto integrado. Mientras cada cual, en esta sociedad trastornada a la cual pertenecemos, sea un paquete de fragmentos antagonizantes, no lograremos construir una comunidad "afable", solidaria, expansiva.

Nosotros, como células de la Humanidad, podemos lograr ciertas mejoras mediante prácticas espirituales o psicológicas, pero el mundo con sus dramas y tragedias actúa como factor perturbador. Podemos construir situaciones de éxtasis personal, pero todavía no sabemos cómo proyectar esas energías hacia nuestros congéneres y el resto del globo.

El Séxtuple Desafío

Las doctrinas pedagógicas antiguas o nuevas que circulan por el panorama contemporáneo necesitan clarificarse en seis planos del conocimiento:
·la relación persona-planeta,
·la inserción individual en el proceso evolutivo global,
·el logro de la felicidad,
·el trabajo por la justicia social,
·la mutación consciente de nuestro carácter,
·la creación de una sociedad plena de alternativas.

No se trata de cambiar un dogma conocido o desgastado por otro más espectacular y confortable. Y mucho menos de violentar nuestra naturaleza sujetándola a limitaciones rituales, revoluciones abstractas o devoluciones infecundas. El aprendizaje holista, como arte de vivir en paz con nosotros mismos, los demás y el planeta, propone una exploración del espacio "interior", la localización allí de lo que llamamos "exterior", y la fusión de esos planos ilusorios en una Tensión Generadora. Librada de autoritarismos ideológicos y estereotipos caducos.

El "alumno" no repite meramente las consignas de un "profesor", sino que aprende a confiar en su capacidad individual de conducción, sin mimetizarse según el mandato de una clase social o una doctrina. Procura así una dirección participante, un sendero dinamizador, una convivencia inventiva. La comunicación/comunión del trabajo individual y grupal permite el acceso a lo que uno ya sabe pero no conoce, activando energías fundamentales en esta nueva etapa de la humanidad. Entonces, sólo entonces, comienza a emanar una significación trascendente, irreversible.

Es preciso incentivar la imaginación, que es el umbral del conocimiento intuitivo: "el asunto de no batallar más" contra los espectros de un mundo agónico. Ya se lo llame abrirse o despertar o desbordarse, se trata de zafar del sinfín de servidumbres que nos asfixian.

La UNESCO ha advertido que se pueden hacer los planes más fantásticos, los más maravillosos análisis sobre el papel, se puede tener un mecanismo administrativo muy perfeccionado, pero de hecho la educación es una relación humana, un contacto entre personas en el que una de ellas, llamada educador, desempeña un papel de promotor, indispensable, esencial, central. Cuando se habla de "educación permanente", también resulta preciso plantear el problema de quiénes serán los "educadores". Maheu decía: "Creo que lo que se aprende mejor es lo que se aprende por sí solo, lo que mejor se asimila es lo que se adquiere por sí mismo. La educación permanente fomenta la capacidad de educarse a sí mismo. Claro que en ella existe el educador, pero es un animador, un estimulador, que facilita el proceso interno del sujeto".

Quienes estamos entregados al significado generativo de la planetización humana (completamente diferenciado de la globalización financiera y de la mundialización política), también llamada hominización por pensadores tan dispares como Pierre Teilhard de Chardin o Edgar Morin, y dedicados también a la siembra de fusiones fraternas, debemos abstenernos de ser "ecos" de lo que agoniza. Ser cabalmente holista no es otra cosa que ponerse al servicio de la Creación, con todos sus ocasos y renacimientos. En el día a día de una hermandad sin miedo, y plena de visión.


18 junio 2008

SÍ, PODEMOS -- Por Susan George



Los excesos del desarrollismo están llevando a la humanidad al abismo, por lo que la nueva idea de progreso debe volver a recuperar la intención de antaño, de unir el progreso con la emancipación de los seres humanos, retomando el impulso del “sí podemos” que ha caracterizado los movimientos transformadores de la izquierda durante décadas.


El progreso es una idea inventada ya en el siglo XVIII, la época de la Ilustración y de las revoluciones, pero a veces es difícil mantener esa idea viva en nuestro propio tiempo. En Francia, los revolucionarios derrocaron la monarquía y el "orden natural" –la mayor herejía en aquel momento–. Los Padres Fundadores de los Estados Unidos, imbuidos de la noción de progreso, la legaron a generaciones de norteamericanos. Cuando floreció, la idea de progreso estaba reducida a Occidente, a lo que se podría llamar "zonas de Ilustración", y a las clases sociales con una educación relativamente alta. A lo largo de las décadas siguientes, los pensadores y los activistas creían en la emancipación humana y luchaban por ella, por la erradicación de la esclavitud, por una nueva vida para los inmigrantes, por los derechos de los trabajadores, de las mujeres y de las minorías.

En aquella época, la ciencia y la tecnología parecían desarrollarse con tal rapidez y seguridad, solucionando tantos problemas y haciendo la vida más fácil para millones de personas, que era fácil pensar –en la Gran Bretaña del siglo XIX, por ejemplo– que la humanidad marchaba camino al éxito, hacia horizontes cada vez más brillantes.

La noción de "desarrollo" caracterizó la versión del progreso del siglo XX. Al menos hasta la aparición –a mediados de la década de 1990– de los informes sobre desarrollo humano de Naciones Unidas, los "promotores oficiales del desarrollo", como el Banco Mundial, confundían el crecimiento económico con el bienestar de las personas y, al impulsar grandes programas como la "revolución verde", contaban con la ciencia y la tecnología para erradicar la pobreza y la desigualdad. China aún sigue un camino similar, propio del siglo XIX, con una fe sin igual en el progreso tecnológico y mostrando escaso interés por la libertad de los seres humanos o por los límites que impone la ecología.

Las dos guerras mundiales, la Shoá, los horrores del colonialismo que fuimos conociendo poco a poco, la carrera armamentística nuclear y los desastres nucleares contribuyeron a erosionar la fe en el progreso en el siglo XX. El cambio climático, las múltiples crisis financieras, la crisis del petróleo y las amenazas de las hambrunas y del terrorismo cumplen la misma función en el siglo XXI. Parece que por fin empieza a entrarnos en la cabeza que la civilización podría ir hacia atrás y que, en estos momentos, seguramente la estamos empujando en esa dirección.

Históricamente hablando, sólo la izquierda, sólo las fuerzas progresistas, han generado progreso en forma de emancipación de los seres humanos. Así, la pregunta que TEMAS hace a sus autores –“¿cuál sería la nueva idea de progreso para la izquierda en el siglo XXI?”– se revela urgente.

Intentaré contestarla señalando primero la distinción necesaria entre los avances científicos y tecnológicos y el progreso humano. En el pasado iban de la mano; hoy, sin embargo, el debate, la discusión, radica en saber si los desarrollos científicos verdaderamente constituyen progreso o no. Ahora, con frecuencia, la izquierda debe detener aquello a lo que la derecha llama “progreso”, una idea inconcebible para los progresistas de hace cien años. En la actualidad, cuando el supuesto “progreso” está controlado por las corporaciones transnacionales centradas exclusivamente en el beneficio y en la apertura de nuevos mercados, ello se convierte en un deber para los progresistas.

El ejemplo de los organismos genéticamente
modificados (OGM) ilustra esta idea. Aunque hasta ahora nadie ha probado de manera concluyente que los OGM son peligrosos para la salud de las personas, es evidente que generan un impacto medioambiental negativo y que pueden extender o acabar con la libertad de los agricultores para cultivar de forma orgánica o tradicional. Conscientes de que las corporaciones transnacionales controlan los OGM –en especial Monsanto y su enorme legado de productos nocivos– los progresistas hacen bien en impedir el cultivo de OGM si no es en condiciones estrictamente establecidas.

No necesitamos más energía nuclear sino más bien, como en España, mucha más inversión en energía eólica y demás energías alternativas. Tampoco necesitamos nuevos aviones de combate, por mucho que interese al complejo militar industrial, sino más bien investigación y desarrollo de materiales ligeros para construir aviones comerciales que consigan reducir drásticamente las cantidades de gasolina que consumen. Como ha señalado el filósofo Paul Virilio, toda tecnología contiene su propio accidente: el avión que se estrella, el ordenador que se bloquea con catastróficas pérdidas de información, la fusión de un reactor nuclear, las plagas originadas por la involuntaria liberación en la naturaleza de organismos manufacturados, los vertidos de petróleo, las explosiones químicas… la lista es larga. El deber de los progresistas es aplicar de manera rigurosa el principio preventivo de intentar controlar las corporaciones que tratan de controlarnos. Esto exige perseverancia y que las organizaciones políticas transnacionales equiparen sus estrategias con las de las propias corporaciones.

La cuestión del progreso en el sentido de la emancipación de los seres humanos es distinta. Aquí, evidentemente, la izquierda no está llamada a impedir, sino a buscar y a encontrar nuevas vías, de la misma manera que todos los progresistas habidos y por haber lo han intentado. Todos ellos tuvieron que luchar con múltiples formas de opresión en las difíciles condiciones de su tiempo, y la mayoría de ellos, admitámoslo, fracasaron. Espartaco no consiguió acabar con la esclavitud en la antigua Roma, y hasta el siglo XIX ésta no se pudo erradicar. Cientos de filósofos, protocientíficos, pensadores y personas inocentes acabaron quemados en la hoguera cuando el poder de la Iglesia no podía ser detenido. Durante siglos, Europa llevó a cabo guerras sangrientas que provocaron un número incontable de muertes innecesarias hasta que una Europa unida terminó con ellas. Las mujeres no fueron completamente reconocidas como seres humanos hasta hace menos de cien años y todavía intentan alcanzar la igualdad total, incluso en las sociedades “avanzadas”. Los derechos humanos siguen siendo ignorados en muchos sitios, también en Occidente, de forma que aún nos quedan muchas metas y muchas áreas en construcción en el siglo XXI.

Desafíos

El desafío sin precedentes que se plantea hoy a los progresistas es ser activos en todos los frentes geográficos. Hasta hace poco bastaba con intentar resolver los problemas del propio país –sueldos decentes, condiciones de trabajo óptimas, asistencia sanitaria adecuada, educación universal, separación de Iglesia y Estado, etc–. No cabe duda de que las cuestiones nacionales siguen siendo importantes. Pero también lo son las cuestiones locales. Cada vez más, sin embargo, vemos que las fronteras de nuestras vidas van mucho más allá de nuestras fronteras nacionales. Los europeos tienen que saber que actualmente el 85% de la legislación que gobierna sus vidas no proviene de su Parlamento nacional, sino de Bruselas, y que la Unión Europea tiene el control del modelo económico neoliberal, guiado por intereses comerciales hasta el punto de excluir cualquier consideración de progreso social.

Recientemente, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea ha anunciado tres decisiones que obligan a Suecia, a Finlandia y a Alemania a aceptar mano de obra de Europa oriental con salarios un 50% inferiores a los de sus trabajadores nacionales. Estas decisiones, que tienen su base en la “libre prestación de servicios”, sitúan a los trabajadores europeos en competición directa y lanzan una “carrera hacia mínimos” en lo que respecta a salarios y condiciones de trabajo. En el Tratado de Lisboa, la palabra “mercado” aparece 63 veces, “competencia” 25 veces, “progreso social” consigue tres menciones y “desempleo” ninguna. La Comisión insiste en que no se apliquen restricciones a la libre circulación de bienes, servicios, personas y capitales. ¿Podemos albergar esperanzas de gravar las transacciones de capitales internacionales –como Attac propone desde hace años– si no es posible aplicar “restricciones” y es la Comisión (con sus miembros no electos), o el Tribunal Europeo, quien decide? Siglos de progreso europeo pueden quedar anulados y borrados si los progresistas no consiguen controlar esta Europa neoliberal; tarea que debemos llevar a cabo mediante una organización transfronteriza similar a la de las élites europeas que disfrutan hoy de unas condiciones extremadamente beneficiosas para sus intereses.

La tarea de introducir asuntos de vital importancia en la agenda internacional constituye un proceso terriblemente lento, no digamos si queremos que se tomen medidas. Hicieron falta más de veinte años para convencer a las autoridades nacionales e internacionales de la realidad y del peligro del cambio climático, lo que nos da una idea de hasta qué punto se contentaban con escuchar a las corporaciones, en especial a las empresas petroleras. Ahora que todos somos concientes de las amenazas, los líderes aparecen, una vez más, paralizados. Sabemos que los refugiados por el cambio climático llamarán a nuestras puertas en cuestión de años y, sin embargo, no nos estamos preparando para ello. Sabemos que, una vez más, las hambrunas acechan al mundo, que decenas de millones de personas que han sobrevivido a una vida de hambre permanente caen de nuevo en esa pesadilla y, aun así, seguimos produciendo biocarburantes en lugar de cultivos alimentarios, y no hacemos esfuerzos por contener a las fuerzas del mercado que conducen a las hambrunas masivas.

Los progresistas tienen que desembarazarse de una vez por todas del Banco Mundial, del Fondo Monetario Internacional y de la Organización Mundial del Comercio, y sustituirlos por las organizaciones internacionales que de verdad respondan a las necesidades de las (desatendidas) tres cuartas partes de la humanidad. Para cuando falleció, en 1946, John Maynard Keynes ya había elaborado el proyecto que serviría a estas organizaciones. No sería mala idea desenterrarlo y mejorarlo para adaptarlo a las necesidades actuales.

En todas partes vemos a las elites ansiosas por acabar con el progreso democrático de los siglos pasados y por conseguir que dirigentes no electos (la Comisión Europea, por ejemplo) o tecnócratas (el FMI, la OMC) sean fieles a sus propios intereses. La lucha constante de los progresistas por preservar la democracia les enfrenta a quienes tratan de socavarla: el déficit democrático debe ser el nexo de toda nuestra acción futura.

Quizá porque es consciente de todo esto, Barack Obama ha surgido del casi anonimato político para ocupar un lugar preeminente en el imaginario colectivo y, esperemos, pronto también en el despacho del presidente de los Estados Unidos. Utilizando un magnífico lenguaje, es capaz de hacernos comprender el significado de nuestras tradiciones y de nuestros logros. Cada vez que hemos oído que no estábamos preparados, que no merecía la pena intentarlo, que nunca conseguiríamos nada, respondimos "yes we can" (sí, podemos). Los autores de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, los esclavos y los abolicionistas, los pioneros y los inmigrantes, los trabajadores y las mujeres, los impulsores del New Deal y los astronautas, todos ellos respondieron "yes we can".

La Historia de la humanidad –y por ende la lucha por la emancipación de los seres humanos– no ha terminado, y no debemos ofender a las generaciones futuras. Ojalá los progresistas de todo el mundo, sobre todo los europeos, se unan alrededor de estas palabras: yes we can.

15 junio 2008

MÁXIMAS DE SAN MARTÍN ESCRITAS PARA SU HIJA


Cuando San Martín partió de Mendoza para cruzar los Andes, su hija Mercedes tenía cuatro meses y se volvieron a ver en 1818 después del triunfo de Chacabuco. Debido a la enfermedad de su esposa Remedios, su hija, la niña Mercedes fue criada y educada por sus abuelos, lo que derivó en una niña caprichosa y maleducada. En 1924 se embarcaron juntos a Europa y una vez en Francia, el General San Martín se ocupó de reeducarla, y entre otras cosas escribió estas Máximas en el año 1825:


MÁXIMAS PARA MI HIJA

1. Humanizar el carácter y hacerlo sensible aun con los insectos que no perjudican. Stern ha dicho a una mosca abriéndole la ventana para que saliese: "Anda, pobre animal, el mundo es demasiado grande para nosotros dos".

2. Inspirarle amor a la verdad y odio a la mentira.

3. Inspirarla a una gran confianza y amistad pero uniendo el respeto.

4. Estimular en Mercedes la caridad con los pobres.

5. Respeto sobre la propiedad ajena.

6. Acostumbrarla a guardar un secreto.

7. Inspirarle sentimientos de indulgencia hacia todas las religiones.

8. Dulzura con los criados, pobres y viejos.

9. Que hable poco y lo preciso.

10. Acostumbrarla a estar formal en la mesa.

11. Amor al aseo y desprecio al lujo.

12. Inspirarle amor por la Patria y por la Libertad.

Fuente: blog de la Buhardilla





09 junio 2008

AMBIENTE: Tiempo de aliarse


Entrevista de Sabina Zaccaro

FLORENCIA, Italia, jun (IPS) - Es necesaria una alianza mundial entre activistas por los derechos humanos, ambientalistas y pequeñas empresas administradas éticamente para salvar al planeta de la autodestrucción, sostuvo la estadounidense Susan George, del Instituto Transnacional en Amsterdam.

Esa institución, cuya junta planificadora preside, trabaja "para contribuir a la justicia social".

George, autora de varios libros sobre desarrollo, ahora se concentra en la globalización neoliberal reflejada en las conversaciones de la Organización Mundial del Comercio, las instituciones financieras internacionales y las relaciones Norte-Sur.

"Aun comprometidos con los desafíos sociales y ambientales, ninguno de estos grupos será capaz individualmente de salvar nuestro futuro, dominado por poderosas fuerzas económicas que tienen una mirada cortoplacista y, si se lo permiten, continuarán explotando y destruyendo el planeta", dijo George.

Debemos reconocer que el cambio no ocurre a nivel individual, sostuvo. "Yo puedo cambiar mis lámparas eléctricas o reducir mi huella de carbono, pero necesitamos una revolución radical que no puede lograrse individualmente", planteó.

IPS dialogó con Susan George en Florencia, en ocasión de Terra Futura, una exhibición de "buenas prácticas" en materia de sustentabilidad social, económica y ambiental que se realiza desde hace cinco años en esa ciudad italiana.

En la edición 2008, Terra Futura estuvo dedicada a fortalecer las alianzas sociales y a intentar algunas audaces, por ejemplo entre ciudadanos particulares e instituciones financieras.

IPS: -- El sistema político-económico, ¿realmente permitirá que ocurran estas alianzas?

Susan George: -- La ideología del mercado trabaja para separar a las personas en base a la competencia. El contacto social es la única respuesta a la economía que trabaja todo el tiempo para impedir esto.

La gente no tiene que abandonar su propia área y compromiso, pero se acostumbra a trabajar junta. Somos agentes libres, y si comprendemos que hay un interés, que la vasta mayoría de las personas a menudo ya no pueden ver dónde radican sus intereses --y ésa es parte de nuestra lucha política--, entonces es posible.

Si se les muestra a las personas que tienen un interés en las alianzas, y esto es verdadero para los agricultores, sindicalistas, pequeñas y medianas empresas, entonces sí, pienso que es posible hacer esas alianzas.

-- ¿Y quién establece las reglas?

-- Es difícil obtener reglas vinculantes, sería más fácil en los ámbitos regionales. En muchos lugares esto no es posible a causa de la corrupción, o porque la voluntad del gobierno es impedir esta clase de cosas y permitir que las corporaciones transnacionales hagan lo que les plazca. Yo diría que es para eso que la Comisión Europea está allí: para permitir que capitales financieros y transnacionales operen tan libremente como sea posible.

-- ¿Puede el argumento ético por sí solo convencer a las empresas?

-- No, en absoluto. Ellas dicen cuán verdes son, cómo se preocupan, pero es basura creerles. Las corporaciones y las organizaciones transnacionales predican la autorregulación verde. "Nosotros traeremos la solución adecuada", dicen, pero eso es totalmente ilusorio.

-- Entonces, ¿qué argumento puede ser convincente?

-- Los argumentos correctos son los de la fuerza, con los que uno no puede discutir y uno no dice "por favor". Es cuando usted está en una posición en la que es capaz de imponer.

-- ¿Cómo?

-- A través de alianzas. A una escala más grande. Las alianzas deben ser lo más amplias posibles. El poder económico está a un largo trecho de nosotros, así que, para mí, el problema es si podemos ir suficientemente rápido y volvernos lo suficientemente importantes para ponerle un freno a eso, para escapar del actual estancamiento.

-- La política, ¿cumple un rol en eso?

-- Si se tratara sólo de política yo no estaría tan preocupada, dado que las cosas pendientes durante siglos se arreglan solas. Pero con el ambiente no tenemos esa clase de tiempo. No lo digo a menudo en público porque no quiero que la gente se desespere, pero yo me desespero con frecuencia.

-- ¿Es usted totalmente pesimista?

-- Tengo esperanzas. Lo único en lo que se puede trabajar es en la esperanza. Generalmente, los políticos son los últimos en moverse, pero necesitamos hacer alianzas con ellos.

Cuando los políticos tienen interés en algo, muestran que son capaces de escuchar. Mire lo que ocurre con los precios y la escasez. Los políticos y las empresas sí escuchan el precio del petróleo. Generan las soluciones equivocadas, pero escuchan las señales de los precios.

-- ¿Puede el petróleo ser reemplazado por los agrocombustibles?

-- Eso es criminal. Se habla mucho sobre usar plantas que sean "bio", pero cualquier planta es bio. Acabo de leer que algunas de las especies que ellos intentan usar son invasoras, se expanden y sacan toda el agua del suelo, y así sucesivamente.

Así que es siempre lo mismo: uno no puede simplemente tener una solución tecnológica porque tiene que considerar a todo el ambiente. Yo no soy agrónoma, pero me negaría a la introducción de cualquier cultivo hasta que su impacto sobre el resto del ambiente haya sido estudiado. No se puede simplemente decir: "Esto es bueno, lo cosecharemos y haremos etanol a partir de esto", porque uno no sabe.

Es también eso lo que está mal con las semillas de organismos genéticamente modificados. Solamente miran la planta y qué se supone que debe hacer ésta, repeler insectos o lo que sea, pero no miran el ambiente completo, no es su tarea.

Los científicos son perfectamente capaces de fabricar una planta que pueda repeler insectos, pero no tienen conocimiento en absoluto sobre cómo reaccionarán las aves, las mariposas, los gusanos o las bacterias.

(FIN/2008)

09 abril 2008

El Gran Cambio: del Imperio a la Comunidad de la Tierra - por David Korten



¿Por cuál nombre conocerán las futuras generaciones a nuestro tiempo?

¿Hablarán con enojo y frustración del tiempo del Gran Desenredo, cuando el consumo despilfarrador excedió la capacidad de la tierra para sustentarnos y llevó a una rápida ola de colapsos ambientales, a una violenta competencia por lo que quedara de los recursos del planeta, y a una disminución dramática de la población humana? ¿O mirarán hacia atrás en gozosa celebración al tiempo del Gran Cambio cuando sus ancestros abrazaron el potencial de Orden Superior de sus naturalezas humanas, transformaron la crisis en oportunidad y aprendieron a vivir en una sociedad creativa el uno con el otro, y con la misma Tierra?

Una elección definitiva

Enfrentamos una elección definitiva entre dos modelos contrastantes de cómo organizar los asuntos humanos. Utilicemos los nombres genéricos de Imperio y Comunidad de la Tierra. Si no existe una comprensión de la Historia y las consecuencias de esta elección, podríamos derrochar tiempo y recursos valiosos en esfuerzos para preservar o remendar culturas e instituciones que no pueden ser arregladas y que, en cambio, deben ser reemplazadas.

El Imperio se organiza por medio de la dominación en todos sus niveles, desde las relaciones existentes entre las Naciones hasta aquellas que se nutren entre los miembros de una familia. El Imperio trae fortuna a unos pocos, condena a la mayoría a la miseria y a la servidumbre, suprime el potencial creativo de todos, y se apropia de gran parte de la riqueza de las sociedades humanas para mantener las instituciones de dominación.

La Comunidad de la Tierra por contraste se organiza por asociaciones, libera el potencial humano para la cooperación creativa, y comparte recursos y excedentes para el bienestar de todos. La evidencia que apoya las posibilidades de la Comunidad de la Tierra proviene de los hallazgos de la física cuántica, la biología evolutiva, la psicología del desarrollo, la antropología, la arqueología, y el misticismo religioso. Éste era el modo humano antes del Imperio; debemos hacer una elección para reaprender cómo vivir bajo sus principios.

Los acontecimientos característicos de nuestra época nos están diciendo que el Imperio ha alcanzado los límites de la explotación que la gente y la Tierra pueden sostener. Una tormenta perfecta en ascenso proveniente de la convergencia del pico de petróleo, el cambio climático, y una economía estadounidense desequilibrada dependiente de deudas que nunca podrá re-pagar, está a punto de traer una reestructuración dramática de cada aspecto de la vida moderna. Tenemos el poder para elegir, sin embargo, si queremos que las consecuencias signifiquen una crisis terminal o una oportunidad épica. El Gran Cambio no es una profecía. Es una posibilidad.

Una vuelta a la vida
De acuerdo a la historiadora cultural Riane Eisler, los primeros humanos evolucionaron dentro de un marco cultural e institucional propio de la Comunidad de la Tierra. Se organizaban para satisfacer sus necesidades cooperando con la vida más que dominándola. Luego, cerca de 5.000 años atrás, comenzando en la Mesopotamia, nuestros ancestros realizaron un trágico giro de la Comunidad de la Tierra al Imperio. Se alejaron del respeto por el poder generativo de la vida, representado por los dioses femeninos o espíritus de la naturaleza, a una veneración de la jerarquía y el poder de la espada, representados por dioses distantes, usualmente masculinos. La sabiduría de los ancianos y las sacerdotisas dio lugar al gobierno arbitrario, y a menudo brutal, del rey.

Pagando el precio
Los pueblos de las sociedades humanas dominantes perdieron su sentido de conexión con la Tierra viviente, y las sociedades se dividieron entre gobernantes y gobernados, explotadores y explotados. La brutal competencia por el poder creó una dinámica implacable de jugar o morir, de gobernar o ser gobernado, de violencia y opresión, y sirvió para elevar al más brutal a las posiciones más altas de poder. Desde este aciago giro la mayor porción de los recursos disponibles para las sociedades humanas ha sido desviado desde la satisfacción de las necesidades de la vida al sustento de fuerzas militares, prisiones, palacios y templos, y al auspicio de los sirvientes y propagandistas sobre los cuales el sistema de dominación a su vez depende. Las grandes civilizaciones construidas por la ambición de los gobernantes colapsaron bajo sucesivas olas de corrupción y conquista.

La forma institucional primaria del Imperio se ha transformado desde la ciudad-estado a la nación-estado a la corporación global, pero el patrón subyacente de dominación permanece. Es axiomático: para que unos pocos estén en la cima, muchos deben estar en el fondo. El poderoso controla e institucionaliza los procesos por los cuales se decide quiénes disfrutan los privilegios y quiénes pagan el precio, una opción que normalmente lleva a la arbitraria exclusión del poder de grupos enteros de personas, basados en motivos de raza o género.

Verdades inquietantes
En este punto yace un entendimiento crucial. Si buscamos las fuentes de las patologías sociales, cada día más evidentes en nuestra cultura, hayamos que todas ellas poseen un origen común en las relaciones de dominación del Imperio que han sobrevivido en su mayor parte intactas a pesar de las reformas democráticas de los últimos dos siglos. El sexismo, el racismo, la injusticia económica, la violencia y la destrucción ambiental que han plagado a las sociedades humanas durante 5.000 años y que ahora nos han llevado al borde de una crisis potencialmente terminal, todo esto surge de una fuente en común. Liberarnos de estas patologías depende de una solución en común: reemplazar las culturas e instituciones de dominación subyacentes del Imperio con las culturas e instituciones cooperativas de la Comunidad de la Tierra. Desgraciadamente, no podemos esperar que los detentores del poder nos guíen por este camino.

Más allá de la negación
La historia muestra que a medida que el Imperio se desmorona las elites gobernantes se vuelven incluso más corruptas y más brutales para asegurar su propio poder; una dinámica que se está llevando a cabo ahora en los Estados Unidos. Los norteamericanos basamos nuestra identidad en gran parte en el mito de que nuestra nación siempre ha personificado los más altos principios de la democracia, y que se encuentra consagrada a la expansión de la paz y la justicia por todo el mundo.

Pero siempre ha habido tensión entre los altos ideales de Estados Unidos y su realidad como una versión modernizada del Imperio. La libertad prometida por la Carta de Derechos contrasta directamente con la santificación de la esclavitud, escrita en otro lugar de los artículos originales de la Constitución. La protección de la propiedad, una idea central para el sueño norteamericano, está en contradicción frente al hecho de que nuestra nación fue construida sobre una tierra tomada por la fuerza de los nativos americanos. Aunque consideramos al voto como el sello de nuestra democracia, llevó cerca de 200 años para que este derecho se extendiera a todas las ciudadanas y ciudadanos.

Los norteamericanos acostumbrados a los ideales de los Estados Unidos encuentran difícil de comprender lo que nuestros gobernantes están haciendo, la mayor parte de los cuales entran en conflicto con las nociones de igualitarismo, justicia, y democracia. Dentro del marco de la realidad histórica, está perfectamente claro: están llevando a cabo la jugada final del Imperio, buscando consolidar el poder a través de políticas cada vez más anti-autoritarias y anti-democráticas.

Las opciones sabias necesariamente se apoyan sobre un fundamento de verdad. El Gran Cambio depende de que despertemos a ciertas verdades profundas, negadas durante largo tiempo.

Un despertar global
Los que creen en el Imperio mantienen que las imperfecciones inherentes de nuestra naturaleza humana nos llevan a una propensión natural a la codicia, la violencia, y al deseo de poder. El orden social y el progreso material dependen, por lo tanto, en la imposición del gobierno de la elite y la disciplina del mercado para canalizar estas tendencias oscuras hacia fines positivos. Los psicólogos que estudian los caminos del desarrollo de la conciencia individual observan una realidad más compleja. Tal como crecemos en nuestra capacidad y potencial físico, dados una nutrición física apropiada y ejercicio, también crecemos en nuestras capacidades y en el potencial de nuestra conciencia dados el ejercicio y una nutrición social y emocional apropiadas.

A lo largo de la vida, aquellos que disfrutan el soporte emocional requerido transcurren un camino desde la conciencia narcisista, mágica y no diferenciada del recién nacido, a la conciencia completamente madura, inclusiva, espiritual y multidimensional del sabio anciano. Los órdenes de conciencia más bajos, más narcisistas, son perfectamente normales para los niños jóvenes, pero se vuelven sociópatas en los adultos y son fácilmente alentados y manipulados por propagandistas y demagogos. Los órdenes elevados de la conciencia constituyen un fundamento necesario para una democracia madura. Tal vez la tragedia más grande del Imperio consista en que sus culturas e instituciones suprimen sistemáticamente nuestro progreso hacia órdenes superiores de conciencia.

Dado que el Imperio ha prevalecido por 5.000 años, un giro desde el Imperio a la Comunidad de la Tierra podría parecer una fantasía sin esperanzas sino fuera por evidencia que surge de las encuestas de valores, que muestran que un despertar global a niveles superiores de la conciencia humana ya está en desarrollo. Este despertar es impulsado en parte por una revolución en las comunicaciones que desafía la censura de la elite y está destruyendo las barreras geográficas del intercambio multi-cultural.

Las consecuencias del despertar son manifiestas en el movimiento para los derechos civiles, el feminismo, el ecologismo, el pacifismo, y otros movimientos sociales. Estos movimientos a su vez ganan energía del creciente liderazgo de mujeres, comunidades de color, y pueblos indígenas, y de un desplazamiento del balance demográfico a favor de grupos de edad más avanzada, que tienen más probabilidades de haber logrado una conciencia de alto nivel del sabio anciano.

No es incidental que nosotros los humanos hayamos logrado los medios para realizar una elección colectiva como especie para liberarnos a nosotros mismos de la lógica Imperial aparentemente inexorable de competir o morir, en el mismo momento en que enfrentamos el imperativo para hacerlo así. La velocidad a la cual los avances institucionales y tecnológicos han creado posibilidades completamente nuevas para la experiencia humana es abrumadora.

TAN SOLO HACE 60 AÑOS creamos la Organización de las Naciones Unidas, la cual, a pesar de todas sus imperfecciones, hizo posible por primera vez que representantes de todas las naciones de la Tierra y de la gente se encuentren en un espacio neutral para resolver diferencias a través del diálogo, en vez del uso de la fuerza de las armas.
HACE MENOS DE 50 AÑOS, nuestra especie se aventuró al espacio para mirar hacia atrás y vernos a nosotros mismos como un pueblo compartiendo un destino en común en una nave espacial viviente.
EN POCO MÁS DE 10 AÑOS nuestras tecnologías de la comunicación nos han dado la habilidad, si eligiéramos usarla así, para conectar a cada ser humano en el planeta a una perfecta red de comunicaciones y cooperación, casi sin costo.

Nuestras nuevas capacidades tecnológicas ya han hecho posible la interconexión de millones de personas que están aprendiendo a trabajar como un organismo social dinámico, auto-dirigido, que trasciende las fronteras de raza, clase, religión, y nacionalidad, y que funciona como una conciencia compartida de la especie.

Llamamos a este organismo social la sociedad civil global. El 15 de Febrero de 2003, llevó a más de 10 millones de personas de las calles de las ciudades, pueblos y villas del mundo, para pedir por la paz frente a los inicios de la invasión estadounidense en Irak. Ellos lograron esta monumental acción colectiva sin una organización central, sin presupuesto, sin un líder carismático, a través de procesos sociales nunca antes posibles en una escala tal. Esto fue sólo una anticipación de las posibilidades de formas radicalmente nuevas de organización cooperativa que están ahora a nuestro alcance.

Rompe el silencio, termina el aislamiento, cambia la historia
Nosotros los humanos vivimos por historias. La clave para hacer una elección por la Comunidad de la Tierra es reconocer que la fundación para el poder del Imperio no yace en sus instrumentos de violencia física. Yace en la habilidad del Imperio para controlar las historias por las cuales nos definimos a nosotros mismos y a nuestras posibilidades, con el fin de perpetuar los mitos sobre los cuales depende la legitimidad de las relaciones de dominación del Imperio. Para cambiar el futuro humano, debemos cambiar las historias que nos definen.

Historia del poder
Por 5.000 años, la clase dominante ha cultivado, premiado y amplificado las voces de aquellos narradores cuyas historias afirman la rectitud del Imperio y niegan las potencialidades de orden superior de nuestra naturaleza que nos permitirían vivir en paz y cooperación el uno con el otro. Siempre han habido aquellos entre nosotros quienes perciben las posibilidades de la Comunidad de la Tierra, pero sus historias han sido marginadas o silenciadas por los instrumentos de intimidación del Imperio. Las historias repetidas sin fin por los escribas del Imperio se vuelven las historias más creídas. Las historias de posibilidades más esperanzadoras siguen sin ser oídas o atendidas y aquellos que disciernen la verdad son incapaces de identificar y apoyarse uno al otro en la causa común de decir la verdad. Afortunadamente, las nuevas tecnologías de comunicación están rompiendo este patrón. A medida que los relatores de la verdad alcanzan una mayor audiencia, los mitos del Imperio se vuelven más difíciles de mantener.

La lucha para definir las historias culturales prevalecientes definen en gran medida las políticas culturales contemporáneas en los Estados Unidos. Una alianza de extrema derecha de plutócratas elitistas corporativos y teocráticos religiosos han ganado el control del discurso político en los Estados Unidos no por fuerza de su número, el cual es relativamente menor, sino a través del control de las historias por las cuales la cultura prevaleciente define el camino a la prosperidad, la seguridad, y el sentido. En cada instancia, las versiones favoritas de la extrema derecha afirman las relaciones de dominación del Imperio.



LA HISTORIA DE PROSPERIDAD IMPERIAL dice que una economía eternamente creciente beneficia a todos. Para hacer crecer la economía, necesitamos gente rica que pueda invertir en empresas y crear trabajo. Así, debemos apoyar a los ricos acortando sus impuestos y eliminando las regulaciones que crean barreras para la acumulación de riqueza. También debemos eliminar los programas de beneficio social para enseñar a los pobres el valor del trabajo duro a cualquiera sea el sueldo que ofrezca el mercado.

LA HISTORIA DE SEGURIDAD IMPERIAL nos cuenta de un mundo peligroso, lleno de criminales, terroristas, y enemigos. La única forma de garantizar nuestra seguridad es a través de mayores gastos militares y policiales para mantener el orden por medio de la fuerza física.

LA HISTORIA DEL SENTIDO IMPERIAL refuerza los otros dos, presentando a un Dios que premia la rectitud con riqueza y poder, y manda que éstos gobiernen sobre los pobres quienes sufren debidamente el castigo divino por sus pecados.

Todas estas historias sirven para alienarnos de la comunidad de la vida y negar los potenciales positivos de nuestra naturaleza, mientras afirman la legitimidad de la injusticia económica, el uso de la fuerza física para mantener el orden imperial, y la rectitud especial de aquellos en el poder.

No es suficiente, como muchos en los Estados Unidos están haciendo, debatir los detalles de las políticas de impuestos y educación, el presupuesto, la guerra, y de los acuerdos de comercio, en busca de una agenda política positiva. Ni tampoco es suficiente diseñar eslóganes buscando seducir a las masas para ganar las próximas elecciones o el próximo debate político. Debemos infundir en la cultura principal las historias de la Comunidad de la Tierra. Si las historias del Imperio nutren una cultura de dominación, las de la Comunidad de la Tierra nutren una cultura de cooperación; ellas afirman los potenciales positivos de nuestra naturaleza humana y muestran que el realizar verdadera prosperidad, seguridad y sentido dependen de la creación de comunidades vibrantes, compasivas e intercomunicadas que ayuden a todas las personas a la realización completa de su humanidad. Compartir las noticias felices de nuestras posibilidades humanas a través de la palabra y de la acción es tal vez el Gran Trabajo de nuestro tiempo.

Cambiar las historias prevalecientes en los Estados Unidos puede ser más fácil de lograr de lo que podríamos pensar. Más allá de las aparentes divisiones políticas, los datos de las encuestas estadounidenses revelan un sorprendente grado de consenso en cuestiones claves. Ochenta y tres por ciento de los norteamericanos creen que Estados Unidos como sociedad está enfocada en las prioridades equivocadas.

Grandes mayorías quieren ver una mayor prioridad en los niños, la familia, la comunidad, y la salud del medio ambiente. Los norteamericanos también quieren un mundo que ponga a la gente antes de los beneficios económicos, los valores espirituales delante de los valores financieros, y a la cooperación internacional frente a la dominación internacional. Estos valores de la Comunidad de la Tierra son de hecho ampliamente compartidos por conservadores y liberales por igual.

Nuestra nación no está en el curso equivocado porque los Norteamericanos tengan los valores incorrectos. Está en el rumbo erróneo por las instituciones imperiales remanentes que dan un poder inaudito a una pequeña alianza de extremistas de derecha que se llaman a sí mismos conservadores y dicen apoyar a los valores familiares y comunitarios, pero cuyas políticas económicas y sociales preferidas constituyen una guerra cruel contra los niños, las familias, las comunidades, y el medio ambiente.

La capacidad humana distintiva para la reflexión y la elección intencional trae una responsabilidad moral correspondiente para cuidarnos el uno al otro y al planeta. En verdad, nuestro más profundo deseo es vivir en relación afectuosa el uno con el otro. El anhelo por familias y comunidades amorosas es una poderosa fuerza unificadora, pero latente, y es también el fundamento potencial de una coalición política ganadora dedicada a crear sociedades que apoyen a cada persona en la actualización de su más alto potencial.

En estos tiempos turbulentos y a menudo atemorizantes, es importante recordarnos a nosotros mismos que somos privilegiados en vivir en el momento más excitante de toda la experiencia humana. Tenemos la oportunidad de alejarnos del Imperio y abrazar a la Comunidad de la Tierra por medio de una consciente elección colectiva. Nosotros somos aquellos que hemos estado esperando.

David Korten es co-fundador y miembro del consejo de Positive Futures Network.
Este artículo fue extraído de su último libro, The Great Turning: From Empire to Earth Community (El Gran Cambio: del Imperio a la Comunidad de la Tierra). Visite
www.yesmagazine.org/greatturning para acceder a extractos del libro, artículos relacionados, charlas de David, y recursos para la acción.



El Cambio Cultural
El Gran Cambio comienza con un despertar cultural y espiritual; un giro de los valores culturales desde el dinero y los excesos materiales hacia la vida y la satisfacción espiritual, desde una creencia en nuestras limitaciones a una creencia en nuestras posibilidades, y desde el temor por nuestras diferencias al regocijo por nuestra diversidad. Necesita re-encuadrar las historias culturales por las cuales definimos nuestra naturaleza humana, propósitos y posibilidades.

El Cambio Económico
El desplazamiento de valores del cambio cultural nos lleva a redefinir la riqueza; a medirla por la salud de nuestras familias, comunidades y medioambiente. Nos lleva desde las políticas que elevan a aquellos en la cima, a políticas que elevan a aquellos en el fondo, desde la acumulación a la solidaridad, de la propiedad concentrada a la propiedad distribuida, y de los derechos de propiedad a las responsabilidades de la gestión sustentable.


El Cambio Político
El cambio económico crea las condiciones necesarias para un giro desde una democracia del tipo un dólar-un voto, a una democracia del tipo una persona-un voto, desde una ciudadanía pasiva a una activa, desde la competencia por la ventaja individual a la cooperación para la ventaja mutua, desde la justicia retributiva a la justicia restaurativa, y desde el orden social por coerción al orden social por mutua responsabilidad.