01 agosto 2007

EDUCACION LIBERTARIA / Peter Marshall


Los niños nacen libres y llegan al mundo trayendo nubes de gloria. Ellos tienen conocimiento innato de las cosas esenciales de la vida, como comer, dormir, aprender, jugar y reír. Ellos exudan exuberancia natural y vitalidad. Sus cuerpos y mentes son flexibles. Su imaginación es rica y creativa. Ellos ven las cosas claramente.

Desafortunadamente, a una edad temprana en nuestra sociedad las sombras de la prisión caen sobre ellos. Esta es llamada escuela o colegio. Ellos comienzan a perder su alegría y su visión. Ellos llegan a ser pupilos o alumnos.

No hay tal cosa como un "burro". Todos los niños son brillantes. Todos resplandecen. Si ellos parecen torpes es porque ellos son estacas redondas en un hoyo cuadrado. Es simplemente que sus habilidades reales no han sido descubiertas o despertadas. A los estudiantes con las así llamadas dificultades de aprendizaje se les está invariablemente enseñando la cosa equivocada del modo equivocado en el tiempo equivocado. Los niños zurdos forzados a escribir con su mano derecha comienzan a tartamudear y a equivocarse; cuando se les permite escoger su propia mano, ellos crecen con confianza y seguridad en sí mismos.

Ninguno deliberadamente se enferma. El vicio es una forma de ignorancia y una falta de habilidad. Las buenas naturalezas originales de la gente viciosa, como las de los así llamados caballos viciosos, han sido depravadas. Si ellos crecen bajo la luz y el aire, con amor y afecto, ellos crecen derechos, fuertes y con seguridad en sí mismos. Si es que son triturados, distorsionados y sus impulsos reprimidos, ellos crecen malintencionados y flacos.

Un matón es un ignorante y le falta habilidad y debe ser ayudado.
Las personas viciosas hacen el mal, porque no saben nada mejor. Ellas han sido criadas y enseñadas de un modo equivocado. Ellas pierden su habilidad instintiva de tratar con sus sentimientos. Una buena persona es iluminada y habilidosa. Los niños son naturalmente así, hasta que son retorcidos por su crianza y escolarización. Ellos ya conocen lo que necesitan saber para realizar sus naturalezas. Los padres, profesores y vecinos pueden ayudar o entorpecer el proceso, pueden romper o liberar su espíritu, forzarlos a entrar en un molde o dejarlos ser.

Los niños aprenden no tanto de lo que se les dice sino que de lo que ellos ven alrededor. Actualmente, ellos ven una sociedad basada grandemente en la hipocresía. A ellos se les habla acerca de la verdad, la generosidad y el amor, y a todo su alrededor ellos observan mentiras, egoísmo y violencia. A ellos se les enseña que deben ser correctos y el mal está en todas partes ('¡yo te pegaré si no haces lo que te digo, pequeño demonio!'). No es maravilla que ellos aprendan rápidamente a disimular sus verdaderos sentimientos y a aparecer lo que no son. Ellos desconfían de lo que dicen los mayores por que sus acciones contradicen sus palabras. Al no confiarse en ellos, ellos llegan a ser no dignos de confianza y terminan sin confiar en ninguno. Ellos crecen desconcertados y son escolarizados para entrar a un mundo absurdo.

Las escuelas tienen gran prestigio y reciben muchos recursos del Estado porque es uno de los modos principales de preservar y fortalecer el orden existente y transmitirlo de una generación a otra. Hoy en día, la escolarización está principalmente ocupada en entrenar a la fuerza a la gente joven para una "fuerza de trabajo" que desaparece rápidamente. Su propósito fundamental es hacer a las personas dóciles, regimentadas, competitivas y sujetos no cuestionadores del capital y el Estado. Mientras más ésta falla, más fondos son invertidos en ella. Es profundamente divisiva y aœn así recibe apoyo universal. Enfrentados con tales contradicciones y fracasos, parecería que la respuesta correcta no es más escolarización formal sino menos.

La palabra original en Latín para escuela –skhole– significa ocio en búsqueda de conocimiento. Nada puede estar más lejos del colegio moderno, el que es una institución total en la cual los niños gastan la mayor parte del tiempo que pasan despiertos sobrellevando un sistema compulsivo de educación. Este es a menudo poco más que un proceso de socialización y adoctrinamiento en las virtudes del trabajo y en las glorias del status quo. Al distorsionarse su desarrollo natural emocional, intelectual y físico, muchos alumnos llegan a volverse hostiles a la idea misma de educación, ciertamente como proceso continuo a lo largo de la vida. Y aunque hayan odiado el colegio, muchos adultos terminan imponiendo el doloroso proceso a sus hijos, como si fuera algún rito necesario de pasaje al sufrimiento adulto: 'Fue suficientemente bueno para mí', ellos dicen, 'así que debe ser suficientemente bueno para ti'.

Es un extendido engaño pensar que la educación puede sólo ser lograda a través de instituciones como la escuela y la universidad. Hemos sido escolarizados para pensar que ellas son esenciales, aunque muchas personas aprenden más fuera de las instituciones educacionales que dentro de ellas. Yo también sufrí el engaño por un momento. Habiendo dejado el colegio cuando era joven para ir al mar, llegué a convencerme que había alguna especial verdad e iluminación a ser descubierta en la universidad. Yo regresé como un alumno mayor. Después de tres grados y diez años, finalmente llegué a ser claro para mí que yo probablemente habría sido más creativo si es que hubiera continuado mis propios estudios fuera de la institución.

Las universidades modernas difícilmente viven según su nombre original. La palabra viene de la palabra original en Latín para designar el universo, y del Latín medieval --universitas– que designa un grupo de eruditos. Aunque el trabajo de erudición continúa y muchos conferenciantes son dedicados eruditos, muchos estudiantes parecen interesados principalmente en obtener un título para poder obtener así más dinero, estatus y poder en la vida, antes que en buscar la verdad o en extender las fronteras del conocimiento. Sin embargo, la idea original de la universidad permanece una inspiración y el aprendizaje libre y genuino puede tener lugar ocasionalmente dentro de sus murallas a pesar de su burocracia y sus cercanos lazos con la industria y el gobierno.

Aunque asistir a la escuela es hoy una exigencia casi universal para la gente joven, ésta sólo a estado con nosotros por un corto tiempo. Un niño y un colegial o colegiala han llegado ahora a ser virtualmente sinónimos. Un niño que se encuentra en la calle o en el bosque durante las horas de escuela es considerado una persona enferma o una que hace la cimarra. Pero la idea de la niñez como distinta de la infancia, la adolescencia o la juventud es un desarrollo reciente, y la noción de niños quinceañeros incluso más. Artistas del siglo dieciocho pintaron a infantes como adultos en miniatura. Fue sólo con la sociedad industrial que la niñez fue inventada, creándose así un nuevo mercado. Los niños son ahora segregados del resto de la sociedad enviándolos al colegio.

Un colegio es a menudo definido como una institución o construcción en la cual la gente joven recibe una educación compulsiva o forzada. Las palabras operativas son "reciben" y "compulsiva". En el colegio se les da un programa pre-empaquetado para que lo digieran. No es algo que ellos hacen por sí mismos, o participan en hacer. Ya que es compulsiva, la cimarra es considerada un gran crimen y paradójicamente ofrece motivo para la expulsión. El Oficial de Beneficiencia Educacional en Inglaterra era formalmente llamado el Oficial de Asistencia al Colegio, cuyo trabajo era asegurar que todos los alumnos recibieran su ración de información, lo quisieran o no. Afortunadamente, los niños son altamente elásticos e imaginativos, especialmente al escapar del látigo de la autoridad.

No es sorprendente que el colegio comience y termine con un timbre o una campana. Cada lección tiene una cantidad designada de tiempo. No hay flexibilidad para relacionar la duración de una sesión de estudio con el ritmo de los niños o el profesor. La primera lección importante a ser aprendida es la tiranía del reloj que culmina eventualmente en la agobiante disciplina del trabajo.

En una escuela o colegio convencional se les enseña a los niños cómo tragar lo que el profesor dice, cómo adaptar sus pensamientos y sentimientos para ganar su aprobación, y cómo restringir su natural exuberancia. Si miran por la ventana a los árboles balanceándose con la brisa, ellos pierden la concentración y necesitan ser castigados. Ser soñador es un pecado especial. Eso significa que tœ no te fuerzas a ti mismo a escuchar el zumbido de un profesor sobre algo que carece por completo de sentido, está muerto y es sobre todo aburrido. Significa que tú tienes pensamientos, imágenes y deseos propios. Forzado a sentarse detrás de un pupitre, con los codos apoyados en ele y los ojos dirigidos hacia la pizarra, a la mente del alumno ideal se le ponen anteojeras, de tal modo que no vea nada con su visión periférica y llegue a hacerse imposible el pensamiento lateral.

Es el sueño de todo Ministro de Educación mirar a su reloj y saber lo que todos los niños que están en el sistema educacional están haciendo a esa hora. Ese es el propósito de imponer un currículum nacional y de tener el mismo horario en todos los colegios. Nada puede ser peor. Nada puede ser más regimentado. Esto marca el triunfo último del Estado centralizado y su control sobre las mentes y los cuerpos de sus ciudadanos. Esto demuestra perfectamente que la educación nacional apunta no tanto a las necesidades individuales de los niños, o incluso a las necesidades de la comunidad, sino que a las necesidades de los empleadores, el capital y el Estado.

Un colegio es en gran grado una institución penal. Los niños son inscritos, evaluados, examinados, enseñados, corregidos, detenidos, castigados y expulsados. Estos verbos comunes reflejan al colegio como una institución de coerción. No es sorprendente que su arquitectura y organización se parezca a los cuarteles, con el campo de juego como terreno para las paradas detrás de altas alambradas. Ellos son dirigidos como las prisiones, con el profesor jefe como gobernador, y como asilos para enfermos mentales, donde el equipo a cargo trata de hacer que los internos funcionen "normalmente" en una situación innatural. La jerarquía no sólo se aplica a los diferentes grados de profesores, sino que a la rígida distinción entre las edades, a la creación de delegados de curso y, en los internados, "capitanes de dormitorio".

Los profesores no pueden escapar al contagio general. No es suficiente para los profesores sólo enseñar sus materias. Se espera de ellos que sean custodios, que inculquen elaborados rituales, reglas y disciplina forzada; moralistas, adoctrinando sobre lo que es correcto o equivocado y enseñando la religión establecida; y crecientemente terapeutas, metiéndose en la vida emocional de sus alumnos para hacer que se ajusten al colegio y a la amplia sociedad existente.

Ya que muchos niños no desean sentarse quietos y en silencio en los colegios, los profesores gastan mucho de su tiempo tratando de mantener el orden. Si es que logran la atención de los alumnos, ellos entonces enseñan a menudo cuestiones irrelevantes, tales como los nombres y fechas de reyes y batallas antes que las luchas de la gente; a criticar un poema antes que a escribir uno; a diseccionar un sapo antes que a entender el tejido de la Naturaleza. No es sorprendente que muchos hagan la cimarra. No es sorprendente que al final de clases ellos griten 'terminó el colegio', tiren sus bolsones al aire, salten de sus asientos y corran hacia las puertas del colegio. Yo puedo recordar muy bien la maravillosa excitación de empacar mi maleta al final de las clases de mi deprimente internado.

Aunque hubo un intento en los años de 1960 de hacer a los colegios más favorables para las necesidades individuales de los niños, de relajar la opresiva disciplina y de animar la imaginación y la creatividad, en tiempos recientes ha habido desarrollos profundamente reaccionarios en la educación. Los colegios mismos se han convertido en un negocio, con el profesor jefe como gerente y los otros profesores como ejecutivos. Las habilidades administrativas han llegado a ser más importantes que las habilidades de enseñanza, llegando los libros de balance a ser más importantes que hacer florecer a los niños. El Estado ha decretado que sus liceos no sólo deben inculcar 'Las Tres Erres', sino que también la moralidad, religión, patriotismo y respeto por la autoridad convencionales.

Los colegios como "compañías limitadas" limitan ahora el horizonte de todos los que caen bajo su dominio. El fin supremo de la educación moderna es preparar a los jóvenes para trabajar en el sistema organizado actual. El nuevo énfasis es el desempeño económico y la disciplina de trabajo. Antes de dejar el colegio, los alumnos son obligados a ver un consejero de carreras, a menudo pagado por la industria local, para que se les diga qué pocas opciones les esperan en las fábricas o las oficinas. Ellos son obligados a tener experiencia de "trabajo" que usualmente significa entrenamiento en cómo llevar el tiempo y aceptar las tareas repetitivas más destructoras del alma sin protestar. Antes que desarrollar sus personas enteras, la educación escolariza ahora a los niños para llegar a ser engranajes en la gran máquina.

El sistema actual de educación reprime la personalidad y rompe el espíritu. El proceso no es distinto a "quebrar la resistencia" de un caballo para que no se resista al arnés. El propósito no es canalizar su exuberancia y energía naturales, entender su mente, sino que dominarlo completamente por una fuerza superior, de tal modo que su espíritu sea literalmente quebrado. El caballo eventualmente se entrega a la rienda y la montura, y cuando es huasqueado éste caminará, ensillado, con anteojeras, incapaz de escapar y de patear y salir corriendo. Si es que trata de hacerlo, termina en el patio del carnicero.

Del mismo modo, muchos niños son quebrados en su juventud y hechos hacer en su vida lo que se les dice, sin nunca cuestionar a la autoridad, nunca pateando con sus patas y echar a correr con ellas. Ellos llegan a ser domesticados, tristes, lentas e irrealizadas criaturas. Ellos llevan su pedazo a su boca y mantienen sus cabezas bajas. Ellos olvidan la libertad y los sueños de su temprana niñez, el gozo y la visión que tenían cuando su imaginación vagaba libremente por las calles, los parques, los campos, los bosques y el cielo.

En el presente, el sistema educacional está principalmente dirigido hacia la producción y el consumo, tomando diferentes formas de acuerdo a la región, cultura y clase. En el norte de Gales donde yo vivo, las escuelas Estatales son vistas como el medio principal para mantener el lenguaje Galés vivo y de prevenir que los jóvenes dejen el área. Los colegios privados son usualmente para los hijos de ricos inmigrantes Ingleses que desean que ellos sigan sus pasos y le digan a otros lo que tienen que hacer. En los antiguos valles mineros del sur de Gales, los colegios están orientados hacia obtener empleos en un área de alto desempleo y bajas expectativas. En todos los casos, la educación pretende hacer de ellos buenos productores y consumidores.

Esta también entrena a los niños en el conformismo. La experiencia no nutre a espíritus libres y mentes indagadoras sino a trabajadores y súbditos dóciles y manejables. Aún se espera de ellos que den el paso a alguien que viste un traje más caro, y, si es que se lo ordenan sus "superiores", que se sacrifiquen por su religión o su gobierno. Su deber no es preguntar por qué, sino que hacerlo y morir. No es sorprendente que cuando dejan el colegio, muchas personas jóvenes encuentran difícil actuar y pensar por sí mismas. La escuela esclaviza más profundamente que el currículum oculto de algunas familias, de la medicina moderna o los medios de comunicación, ya que está implicada en la bien orquestada manipulación del mundo a través de sus exigencias, lenguaje y visión. No podemos escapar de sus manos; está en todas partes.

El sistema de competición y de exámenes anima tempranamente a los alumnos a ver a sus semejantes como oponentes antes que como compañeros. En su cancha de juegos o en la sala de clase, los alumnos no están tratando de ayudar a sus semejantes a hacer realidad lo mejor de ellos, como era en las Olimpiadas originales, sino que de derrotarlos a toda costa. Hacerlo bien es estar entre los 'top ten'. Sobresalir es llegar a ser el primero. Por definición, la escuela produce generaciones de perdedores. La experiencia de pasar por ella sólo promueve una sensación de miedo y fracaso. Para algunos, toma años recuperar una sensación de autovalía y el coraje para hacer exigencias por sí mismos. Gran cantidad de tiempo, energía y dinero es gastada con el fin de que los adultos puedan al fin decirse a sí mismos: 'Yo estoy Okey. Nosotros estamos Okey'. La escuela les enseña algo distinto. La terapia puede ayudar, pero ésta puede también animar la antigua pauta de dependencia que es transferida del profesor al terapeuta.

Muchos colegios privados son incluso peores que los liceos Estatales. Son caras herramientas para que la elite transfiera su poder y privilegio de generación en generación. A sus descendientes se les enseñan los mismos reventados errores y prejuicios reaccionarios que ellos heredaron. Organizados de un modo militar, ellos toman a los niños a una temprana edad de sus hogares y familias y los hacen adaptarse a una institución total en la cual cada momento de sus vidas es inspeccionado. Estos son usualmente de un solo sexo, lo que significa que los estudiantes pierden la facilidad y familiaridad que el crecer junto con el sexo opuesto brinda. Ellos son forzados a reprimir sus sentimientos naturales de compasión, y muchos llegan a ser fríos, calculadores, crueles, competitivos e individuos autocentrados.

Más tarde en la vida ellos encuentran difícil expresar sus emociones pero muy fácil ser despiadados y malévolamente astutos. El sistema era ideal para forjar a los mandamaces del Imperio Británico que nunca cuestionaban las órdenes ni sentían desasosiego al masacrar a nativos rebeldes. Sin su carácter despiadado y marcial, miles no habrían sido capaces de subyugar a millones en las colonias. Los tiempos han cambiado, el Imperio se ha ido, pero el sistema de educación y sus valores sobrevive.

Ser bien educado significa en ciertos círculos haber asistido a cierto colegio, tener cierto acento y tener ciertas maneras. Esto significa haber sido informado de ciertos arcanos rituales y oscuras tradiciones. Esto significa haber tragado lo que te ha sido enseñado y comportarte bien en exámenes para los cuales tú has sido empollado. Esto no significa tener un original giro de mente, un espíritu independiente y una imaginación creativa.

Afortunadamente, no a todo el mundo en los colegios Estatales y privados se les lava el cerebro. Algunos profesores se empinan sobre la regimentación y la comercialización del sistema y logran inspirar un genuino amor por aprender. A pesar del sistema, ellos son capaces de promover mentes inquisitivas, imaginaciones vivas y corazones abiertos. Hay también algunas escuelas en aldeas y vecindarios que logran ligar a los hogares y comunidades y proporcionar una atmósfera solícita e inventiva. Y en toda generación surgen personas jóvenes que pueden cuestionar a la autoridad, pensar por sí mismas e imaginar un futuro diferente. Ellas desmitifican lo que les ha sido enseñado y rehúsan ser dóciles súbditos y esclavos tristes.


No todos los colegios son malos. Ser forzado a trabajar a una muy temprana edad puede ser peor. Como una vez dijo el hijo de un campesino Italiano: "El colegio es mejor que la mierda de vaca". En realidad, muchos países del mundo pueden sólo dar el mínimo más esencial de educación. La mayoría de los niños en los así llamados "países en desarrollo" están fuera del colegio y aquellos que están en el colegio dejan de asistir tan pronto como sea posible.

La educación puede ser usada para lavar el cerebro y manipular, o puede ser un medio de iluminación y liberación. Una persona analfabeta hoy en día puede ser confundida y fácilmente engañada en una sociedad que pone tanto énfasis en la palabra escrita. Ser analfabeto en el mundo moderno es vivir en una cultura de silencio. Aprender a leer y escribir puede ser una liberación, ya que te capacita para entender al mundo en el que vives y oponerte a las fuerzas que te oprimen. Es significativo que el primer Domingo del mes los colegios Británicos enseñaban a los hijos de los pobres a leer la Biblia pero no a escribir. Sus profesores estaban preocupados de que los niños a su cargo pudieran terminar escribiendo tratados sobre los derechos de los hombres y mujeres y sobre las iniquidades de la Iglesia, el Estado y el Capital. Ellos sabían que el lenguaje interpreta a la realidad.
Escribir la palabra "jefe" o "gobierno" es el primer paso para entenderlos y comprender que tú no los necesitas. Tú dejas de estar aprisionado en una Bastilla de palabras que tú no entiendes. Ser capaz de usar el lenguaje te hace libre. Escribir y leer una palabra verdadera es cambiar el mundo.

En los países altamente industrializados, la imagen está llegando a ser tan importante como la palabra escrita. Luego de quinientos años de imprenta estamos moviéndonos desde una cultura literaria a una visual con el desarrollo de las computadoras y la televisión. Pero esto no significa que debemos abandonar la palabra escrita ya que ésta continúa siendo el principal medio de comunicación. Con mayor razón debemos hacer de los medios de comunicación y la nueva tecnología de la información instrumentos de cambio antes que herramientas de control, mantener a la Internet libre para todos sus usuarios antes que hacerla el vehículo de control para gobiernos y corporaciones.

Es difícil sobrestimar el valor del verdadero aprendizaje. Este permite a los individuos dar forma a sus propias vidas y hacer realidad su pleno potencial. Evita que ellos lleguen a ser presas de charlatanes, líderes, jefes, expertos, y de todos aquellos que tienen la arrogancia de decir que ellos tienen toda la verdad. Les permite pensar y actuar por sí mismos. Los libera de una cultura de oscuridad y silencio. Hace a las personas libres. Aprender capacita a las personas para entender su situación y por lo tanto cambiarla, para ser participantes activos en la hechura de la historia antes que atónitas víctimas o espectadores. Les ayuda a tratar creativamente con la realidad. Es algo positivo y arriesgado, creativo y espontáneo. Es algo con final abierto y no termina nunca. Es un proceso continuo durante toda nuestra vida, a no ser que deseemos vivir según prejuicios heredados e ideas fijas y nos neguemos a cuestionar el cómo hemos sido enseñados a juzgar, imaginar y sentir. Una persona sabia piensa contra sí misma.
Si el aprendizaje no es compulsivo y no hay exámenes, las clases pueden llegar a ser una experiencia enriquecedora, que ayude a las personas a comprenderse a sí mismas, a su sociedad y al mundo como un todo. Durante muchos años yo fui un profesor particular de un pequeño grupo de adultos que asistían libremente para estudiar filosofía. Nosotros formamos eventualmente un grupo de afinidad, una asociación voluntaria de individuos investigadores y simpáticos.

Las reuniones eran organizadas alrededor de la discusión de un tema elegido; la intención era obtener sabiduría, no paquetes de información. Aunque yo muchas veces tenía más que decir que la mayoría, las reuniones tenían la forma de exploraciones mutuas. Yo aprendí tanto como todos los demás. Después de nuestras deliberaciones, íbamos a menudo a un pub cerca de la universidad donde trabajaban los hombres y mujeres del grupo. Este era un lugar cálido y amigable donde la gente podía dialogar sobre sus vidas en una atmósfera convivencial y sin restricciones fuera de la rutina diaria del trabajo y el hogar.

El punto clave de estos grupos de aprendizaje para mi era que ellos eran voluntarios, sin exámenes o trabajos escritos obligatorios. Uno sólo iba por el placer y la iluminación que ahí podía encontrar, por la búsqueda de conocimiento en buena compañía por su propia razón de ser. En mi opinión toda educación debiera ser como ésta, un proceso voluntario en el cual las personas se reconocen por un interés común y siguen sus estudios a su propio paso. Es verdaderamente lo opuesto de la educación prevaleciente en la actualidad, incluyendo la educación para adultos, la que está orientada hacia la competición, los exámenes, las notas, el control y la estandarización.

No todo está perdido. No sólo pueden algunos profesores y alumnos elevarse sobre la decadencia general, sino que es posible desescolarizarse a sí mismos y a la sociedad. Hay una necesidad urgente de separar a la escuela del Estado y al aprendizaje del control. La escuela es una institución basada en la máxima que dice que el aprendizaje es el resultado exclusivo de la enseñanza, aunque hay abrumadora evidencia de lo contrario. Es una experiencia liberadora darse cuenta que mucho aprendizaje no requiere enseñanza y que podemos aprender más fuera de las murallas de la escuela y la universidad que dentro.

Un buen sistema educativo sirve para varios propósitos. Primero, da acceso a los recursos disponibles a todos aquellos que deseen aprender en cualquier etapa de sus vidas. Segundo, permite a todo s aquellos que desean compartir su conocimiento y habilidades encontrar a aquellos que desean aprender de ellos. Tercero, está basado en la investigación libre, la libertad de expresión y la libertad de reunirse. Sobre todo, permanece como una cosa voluntaria, de tal modo que aquellos que aprenden lo hagan por deseo propio y voluntad libre. Sólo de esta manera será el aprendizaje de memoria transformado en genuino aprendizaje para uno mismo y la propia comunidad. Un buen sistema educativo es por lo tanto algo abierto, continuo, democrático, voluntario y libertario.

Educar de otra manera que como se hace en el sistema existente es algo difícil. Educar a los niños en casa supone que uno sabe lo mejor para ellos y les niega la importante compañía de otros niños. Hay pocos colegios alternativos, y muchos de ellos son inflexibles y siguen un método o enfoque fijo. El ideal es crear un colegio libre con familias de mentalidad similar dentro de la comunidad. No siendo posible eso, uno puede buscar el colegio menos pernicioso del vecindario y tratar de hacer que sea más favorable para las necesidades individuales de los niños y que rinda cuentas responsablemente a los padres y a las comunidad. Siempre es posible contrarrestar el adoctrinamiento de la escuela con la propia inspiración y experiencia. La influencia del trasfondo familiar es aún más influyente que el de la escuela. A pesar del intento de hacer a los colegios más abiertos a todo tipo de niños e igualitarios, los alumnos que se desempeñan bien tienden a ser hijos de padres que previamente se desempeñaron bien en el sistema ya que hablan el mismo lenguaje y comparten los mismos conceptos y creencias.

La educación libertaria debe ocuparse del desarrollo completo de los jóvenes, de tal modo que ellos puedan entender quiénes son, el tipo de sociedad en la cual están creciendo y la naturaleza del mundo que los rodea. No habría una rígida distinción entre las materias, de tal modo que la ciencia llegaría a ser arte y el arte llegaría a ser ciencia, y la poesía de las matemáticas sería apreciada tanto como la alquimia del amor. Se dedicaría no a inculcar una información particular sino que a desarrollar la mente, el cuerpo y el espíritu como un todo armonioso.

Los dos principios fundamentales de la educación libertaria son la libertad y la flexibilidad. Esta está basada en el principio de lo voluntario. Los individuos sólo aprenden a través del deseo, y estudian mejor si es que desean hacerlo. No hay compulsión o coerción. Se permite el máximo grado de autonomía en el aprendizaje de tal modo que los que aprenden puedan crecer en libertad y responsabilidad y tener confianza en su propio juicio individual. La libertad es central porque no es la meta sino una condición necesaria de la emancipación. Los jóvenes deben estar libres de la tiranía de los profesores y padres, y libres para expresarse a sí mismos y ser plenamente ellos mismos. Sólo a través del autodominio y la participación llegará una persona joven a ser un miembro responsable de la comunidad cuando sea adulto. Al experimentarse a sí mismos como sujetos creativos antes que objetos pasivos, llegan a ser capaces de entender su situación y cambiarla si lo desean así. La gente no puede ser educada para ser libre, porque la libertad es la condición del verdadero aprendizaje.

Antes que imponer un currículum a una edad particular, el profesor debe estar atento a las diferencias particulares, a las necesidades, deseos e intereses de los niños individuales. Un enfoque libertario es orientado hacia el niño, no orientado hacia las demandas del trabajo, la producción y el consumo o los requerimientos del Estado.

Claramente los niños no son sólo hojas en blanco, nobles salvajes o genios reprimidos. Ellos son formados por su más amplia sociedad, cultura y educación. Pero en general parecería que en todas partes del mundo los niños aprenden mejor cuando desean hacerlo y cuando se les permite hacerlo a su propio paso. Si ellos son libres para desarrollar su propio ritmo y estilo, ellos aprenden a menudo más rápidamente y son más capaces de captar ideas difíciles. La cosa más importante es excitar su interés. Todo lo demás sigue después. Ellos comienzan entonces a aprender y descubrir por sí mismos. Cualquiera sea su cultura, ellos tienen sus propia manera de entender y de examinar las cosas. Este es invariablemente un estilo de pensar fresco, original e inventivo comparado con el de los adultos que los rodean.


Capítulo extractado y traducido del libro de Peter Marshall "Riding the Wind: A New Philosophy for a New Era" (Cabalgando sobre el Viento: Una Nueva Filosofía para una Nueva Era) por Pedro di Girólamo. (Continuum, 2000). El libro puede encargarse a Greenspirit Books (www.greenspirit.org.uk/books).

Este texto forma parte de ECOVISION Nº 9